La ansiedad que nos ha generado el confinamiento y la posibilidad de enfermarnos de COVID o que alguno de los miembros de nuestra familia lo contraiga, se ha hecho presente en distintas esferas de nuestra vida, desde alterar los horarios de sueño, los niveles de concentración hasta cambiar nuestros hábitos alimenticios.
Pero ¿que tiene que ver? La ansiedad es un mecanismo adaptativo que permite alertar frente a una situación de peligro para que la persona pueda anticipar y responder de la mejor manera posible. Se manifiesta con síntomas como el miedo, la inquietud e incluso hasta con palpitaciones cardiacas. Cuando la situación angustiante se prolonga por mucho tiempo, como nos está sucediendo con el confinamiento, los síntomas se vuelven más intensos y desagradables, por lo que buscamos formas de disminuirlos o compensarlos, de ahí que algunas personas sientan un impulso que los obliga a comer para sentir placer mediante el alimento.
Esta reacción se debe al funcionamiento del hipotálamo, glándula que se encarga de controlar las reservas de energía del organismo (Delgado, 2010). La ansiedad genera un desajuste que altera las señales del hipotálamo mezclando las de los sentimientos con las referentes al hambre, de ahí que algunas personas pierdan el apetito y otras, por el contrario, sientan un incremento del mismo.
Aunado al hambre, están el tipo de alimentos que se nos antojan, por lo general son aquellos que cuentan con un alto nivel calórico para satisfacernos de manera inmediata y, al poco tiempo volvemos a sentir un vacío que nos hace correr al refri, a la alacena o al lugar más cercano donde podamos abastecernos de algo que nos calme. Está situación es más común de lo que imaginas, de hecho recibe un nombre, se le denomina “hambre emocional” y tiene varias características específicas (Flores, 2020):
¿Te sientes identificado? Pues es hora de atender el problema. En primer lugar es importante que no te juzgues, que comprendas que si has llegado hasta este punto es porque tu mente se siente sobrepasada y esta conducta compulsiva es una señal de alerta para que puedas atenderla. Sí, quizá has subido de peso y eso te está haciendo sentir mal, tal vez tanto que ni siquiera quieres hablar del tema pero es necesario tomar acción ya, de lo contrario se convertirá en la historia sin fin: la culpa generará estrés, el estrés detona la ansiedad, la ansiedad el deseo de comer en exceso y comer te dará culpa.
¿Por donde empezar?
Una vez que has reconocido el problema es
importante tomar varias acciones emocionales y físicas mientras consigues la
atención de un especialista:
Huye de las dietas
Sí, de aquellas que no estén recetadas por un nutriólogo. Recuerda que cada
metabolismo es único y requiere una ingesta específica de acuerdo a las
actividades que realizas y a tu edad. Los especialistas hacen un estudio
específico de tu peso, evalúan el porcentaje de grasa, proteínas, agua,
minerales y, a partir de éste, determinan tus necesidades alimentarias, eso no
podrás sustituirlo con ninguna dieta que encuentres en la red o que te
recomienden tus familiares o amigos.
¿Y que hago con la ansiedad?
Una vez que detectes cuáles son las situaciones
que te las están provocando, por ejemplo el temor a enfermarte, concéntrate en
las cosas que puedes hacer al respecto como cuidar tu sistema inmunológico,
salir lo menos posible, usar cubre bocas y gel, lavarte las manos, vigilar tu
salud, etc. Por supuesto hay cosas que están fuera de tu control y esas
normalmente son las que más nos estresan, procura contrarrestar tus
pensamientos atemorizantes poniendo atención a lo que si estás haciendo a favor
de que las cosas estén bien. De igual forma mientras consigues la ayuda de un
especialista:
Busca ayuda
Las estrategias que te presentamos son una
especie de primeros auxilios que no sustituyen la intervención de los
especialistas.Es urgente que recurras a ellos si padeces insomnio, te
atacan con frecuencia pensamientos pesimistas o suicidas, padeces ataques de pánico,
has subido considerablemente de peso y/o si tu apetito es insaciable. Recuerda
quela ansiedad y los trastornos alimenticios pueden controlarse si son
tratados a tiempo, por el contrario, evadirlos puede complicarlos y tener consecuencias
que ponen en riesgo tu estabilidad física y emocional. El trabajo en conjunto
del nutriólogo y el psicólogo te permitirán obtener mejores resultados en un
menor tiempo.
Referencias: