La Navidad nos ha invadido y, para algunos, junto con ella llega una profunda tristeza que se agudiza conforme se acerca el 24 de diciembre, con la posibilidad de prolongarse hasta los primeros días de enero. Este año puede ser aún peor, la pandemia, el confinamiento y regresar al semáforo en rojo no son una buena combinación.
Lo más difícil en estos casos es enfrentar a los fans de la Navidad, es decir al resto del universo que está ubicado en un canal contrario y que nos grita, desde los anuncios, la programación, los streamings y las redes sociales…que “debemos” conectarnos con el espíritu navideño, ser felices, compartir, cantar, bailar, convivir, en pocas palabras que la alegría se nos desborde por los poros. ¿El resultado? Una sensación de discordancia, de no pertenecer, ni cumplir con lo esperado, de ser raro, “El Grinch” cómo algunos los llaman. Frente a la “incompatibilidad” lo esperado es alejarse. Paradójicamente entre más se alejan más se incrementa la sensación de tristeza.
Coloquialmente se utilizan ambas palabras casi como sinónimos, es común escuchar “es que anda triste o un poco depre” y pareciera que la diferencia radica sólo en la intensidad de la emoción pero en realidad va mucho más allá.
La tristeza es una de las emociones básicas, junto con la alegría, la sorpresa, el miedo, la rabia y el asco. Puede manifestarse por un estímulo exterior o por un estímulo interior como un recuerdo. Se caracteriza por “una sensación de malestar, fatiga y bajo nivel de energía que suele aparecer junto a una percepción de vacío a nivel de pecho o del intestino, afecta la autoestima y puede existir una tendencia al aislamiento y a la introspección. Es habitual que exista cierto enlentecimiento motor y un tono muscular menor de lo habitual.” (Castillero, O en Psicología y mente)
Tal y como lo mostró la película Intensamente, es una emoción necesaria para el funcionamiento psíquico pero que evitamos por el sufrimiento mental y muchas veces físico que representa.
Freud, en Duelo y Melancolía, explicó la depresión como “la reacción a la pérdida de un objeto real o imaginario” (Bleichmar, 2003) de ahí que se le relacione con los duelos y las experiencias de pérdida como la muerte o separación de un ser querido hasta la de las situaciones u objetos importantes como perder la salud, el trabajo o un cambio de residencia.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, “la depresión es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración”.
A partir de esta definición podemos notar que la principal diferencia entre ambas radica, además de la intensidad en el grado de incapacidad que produce en quien la padece. La tristeza que se prolonga por más de dos semanas e impide que el individuo pueda enfrentar sus responsabilidades básicas se transforma en depresión y de no tratarse tiempo puede tener consecuencias graves.
La Navidad nos acerca al cierre de un ciclo. Sí, es una convención social, pero implica hacer una pausa, mirar hacia atrás y recapitular lo que se ha hecho, lo que se tiene y lo que no. Como se mencionaba anteriormente el exceso de idealización que hay alrededor de las fechas genera altas demandas emocionales personales, familiares y sociales.
¿Los detonantes? Son muchos y van desde los recuerdos infantiles hasta las vivencias actuales, es decir:
Detectar el origen de este sentimiento, ya sea tristeza, añoranza o depresión, permitirá encontrar la manera de resolverlo, incluso de decidir si se puede enfrentar solo o si se requiere la ayuda de un especialista.
Sí crees que padeces este trastorno, recuerda que tiene componentes físicos y emocionales, de ahí la importancia de tomar acciones que te permiten disminuir sus estragos desde distintos ámbitos:
Desafortunadamente este año la COVID ha cobrado varias vidas y en muchas casas habrá una o varias sillas vacías esta Navidad. El dolor físico y psíquico del duelo es muy grande y si ya había una predisposición a la depresión por su puesto se incrementará considerablemente. En la mayoría de los casos tampoco se pudieron hacer rituales funerarios y eso ha hecho que el proceso de asimilación sea aún más difícil.
El lugar del ser querido es único e intransferible, pero hay algunas acciones que pueden ayudar como: honrar su legado, llorarlo y mantener vivos lo recuerdos que tuvieron juntos. El filósofo Martín Heidegger decía que la muerte es el olvido del otro, de ahí que recordarlo permita que su esencia permanezca en otros planos y que poco a poco el dolor de su ausencia sea menor.
También hay quienes en estos momentos tienen parientes internados, si el hospital y la gravedad del paciente lo permite será muy alentador contactarlo por la vía que sea posible ya sea un mensaje de texto, de audio o dejarle una tarjeta. El contacto con la familia es un aliciente muy importante para todos.
Sin importar si sufres tristeza intensa o depresión es necesario buscar la ayuda de un especialista que pueda hacer esa diferenciación y brindar el tratamiento adecuado. Es urgente visitar a un profesional si:
Esta Navidad sin duda será diferente, cuidarnos implicará no reunirnos como lo hemos hecho en otros años, ni viajar o asistir a los lugares que frecuentábamos, nuestros ánimos estarán más lábiles y justo por eso necesitamos apoyarnos de lo que sí tenemos, primero a nosotros mismos y desde ahí tejer redes con las personas que sí están ya sea en presencia o a través de la tecnología, compartir y agradecer que cada día es una nueva oportunidad para estar mejor sí, aún en la pandemia.
Referencias: