J.D. Vance (Gabriel Basso) está a punto de alcanzar el sueño americano. Mientras asiste a la entrevista en la que podría conseguir un excelente puesto en una prestigiosa firma de abogados, recibe la llamada de su hermana avisándole que es urgente que regrese a su pueblo natal porque su mamá acaba de ingresar al hospital por una sobredosis. Con la llamada arranca una serie de flashbacks mediante los cuáles el protagonista recorre toda su infancia.
Ron Howard, ganador de dos premios Oscar en la categoría de Mejor Película y Mejor Director por Una mente brillante (2001) y realizador de películas como El código Da Vinci (2015) o Hans Solo (2018) adaptó a la pantalla grande la novela homónima escrita por J.D Vance sobre la historia de tres generaciones oriundas de las zonas de los Apalaches, en las que prevaleció la disfuncionalidad. La película va entretejiendo también las críticas a la sociedad norteamericana de 1997 donde se refleja la inequidad económica, las desigualdades sociales y el clasismo.
A través de los ojos de Vance se va reconstruyendo la historia familiar, en primera instancia los abuelos, a él lo llama Papaw (Bo Hopkins), es un hombre alcohólico y agresivo; ella, Mamaw (Glenn Close) es una mujer luchona y protectora de sus dos hijas, Bev (Amy Adams), la madre de Vance y su tía. Bev se embarazó a los 13 años de Lindsay, la única hermana de Vance, razón por lo que emigró de Ohio y se fue a vivir a Kentucky. Destacó como alumna pero abandonó sus estudios para mantener a sus hijos; conseguía trabajos en los que duraba poco tiempo debido a su adicción a las drogas. Paralelamente, se enrolaba en relaciones con parejas efímeras con la ilusión de rehacer su vida.
Lindsay y Vance sobrevivieron a las distintas crisis de su madre unas por el uso de heroína, otras por sus intentos de suicidio y las más por su inestabilidad emocional que oscilaba entre el amor que les profesaba y el enojo por haberle truncado su destino. La abuela era al mismo tiempo el punching bag y el sostén de la familia: lidiaba entre Bev y sus hijos y a la vez los defendía de la violencia explosiva su madre.
Dentro de este escenario, a Vance se le otorgó un rol complejo, por un lado sostener emocionalmente a su madre y por otro romper el círculo de pobreza que marcó a sus ancestros. Por momentos debía ocupar el lugar de la pareja de su mamá, en otros renunciaba y se convertía en un adolescente rebelde que se debatía entre dejarse llevar por sus amigos o intentar ser el hombre responsable que su abuela deseaba.
“¿Quién va a cuidar a tu familia cuando me vaya?” le decía Mamaw a Vance y esas palabras hacían mella en su corazón cuando descubría los sacrificios que ella era capaz de hacer solo por cuidarlo y procurarle un mejor futuro, a lo que él respondía mejorando sus notas escolares. Solo que esta idea de “la familia” era una trampa a la que Vance debería renunciar para rescatarse a sí mismo.
No era una tarea sencilla y es aquí donde se ancla el principio de la película con el punto catártico, Vance debía elegir entre acudir al llamado de su hermana para rescatar de nueva cuenta a su madre de las drogas o quedarse a la entrevista de trabajo. Por momentos lo dudó porque aún retumban en su cabeza las palabras de su abuela: “recuerda que la familia es lo más importante.”
Howard, quien ha mostrado su habilidad para narrar dramas complejos en cintas como Una mente brillante, prioriza el contenido sobre la forma de tal manera que desmenuza poco a poco cada uno de los elementos que el protagonista deberá considerar para tomar sus decisiones, desde el contexto del lugar donde nació hasta la presencia de Usha (Freida Pinto) su novia quien consigue no solo acompañarlo sino orientarlo en los usos y costumbres necesarios para sobrevivir en el universo profesional al que está a punto de anexarse.
El guion, escrito por Vanessa Taylor autora de Divergente (2014) y La forma del agua (2017), posee diálogos potentes mediante los cuales transmite al espectador el dolor del protagonista, ejemplo de ello es cuando Vance habla con su madre en el hotel y le dice: “te amo, quiero que estemos mejor, que seas feliz, te voy a ayudar, haré todo lo necesario pero no me quedaré, no voy a salvar a nadie desde aquí.”
Ahí está el corazón de la cinta, en ese acto de amor mediante el cual Vance renuncia a seguir sosteniendo a su madre, a quien por cierto ya ha cargado lo suficiente, y la obliga a hacerse responsable de sí misma, corriendo el riesgo de perderla.
Lejos de caer en melodramas, Taylor hace un cierre aleccionador que reivindica a los personajes, ni Vance ni su familia son unas víctimas, son seres humanos que cometieron errores y aciertos como cierra Dave en su autobiografía: “De donde venimos es de donde somos pero, nosotros elegimos todos los días quienes queremos ser. Mi familia no es perfecta, pero me hicieron quien soy y me dieron oportunidades que jamás tuvieron. Mi futuro, sea cual sea es nuestro legado compartido.”
Hillbilly, una elegía rural es un viaje tortuoso por las emociones y las expectativas puestas en un joven, quien deberá sobre ponerse a un universo femenino, con un alta grado de demanda pero, con la gran enseñanza de su abuela, interpretada magistralmente por Glenn Close razón por la que estuvo nominada al Oscar, quien, desde sus propias limitaciones y con un estilo muy peculiar, consigue detonar su resiliencia desde un lugar amoroso que promueve la resignificación de sus orígenes. Una película necesaria para entender narcisismo, el complejo de Edipo, el dolor de soltar a la madre y la fortaleza de reconstruirse.
Director: Ron Howard
Guion: Vanessa Tylor
Elenco: Amy Adams, Gabriel Basso, Glenn Close, Bo Hopkins.