Janis (Penélope Cruz) y Ana (Milena Smit) están apunto de dar a luz, la primera ilusionada por la sorpresiva llegada de su hija, la segunda aterrada por la misma razón. En el telón de fondo se oye el susurro de los desaparecidos de la guerra, algunos enterrados en fosas comunes, olvidadas, –en un mecanismo de defensa–, por la primera línea familiar pero visibilizadas por los nietos y los bisnietos que unen esfuerzos para recurrir a ONG´s y a los arqueólogos para reencontrarse con ellos. El banquete está servido. Almodóvar invita al espectador a degustar los sabores de la vida y de la muerte.
La primera secuencia es un flashback en el que se muestra a Janis en Madrid, desarrollando la profesión que heredó de su bisabuelo, la fotografía. Gracias a ella contacta a Arturo (Israel Elejalde), arqueólogo forense de la Hermandad para la Recuperación de la Memoria Histórica a quien le pide ayuda para abrir la fosa que resguarda los restos de 10 personas que murieron durante los primeros días de la guerra, entre ellos el de su bisabuelo.
Corte a… las historias femeninas, encabezadas por las madres, Janis, Ana y Teresa (Aitana Sánchez-Gijón), progenitora de Ana. Se suman Elena (Rossy de Palma), editora de la revista Mujeres de Ahora así como las niñeras Deborah y Clarisa. En este punto la sombra de los hombres, –el papá de Ana y Arturo–, se vislumbra ausente y ajena. Arturo mantiene una relación extramarital con Janis, al enterarse del embarazo le dice no estar preparado para ser padre en ese momento, intenta persuadirla para posponer la maternidad, pero ella lo deslinda: “te libero de toda responsabilidad, seré una madre soltera como mi madre y como mi abuela.”
Así, la memoria histórica y la familiar transitan en líneas paralelas repitiéndose en el presente a partir de un pasado obscuro que pareciera marcar el destino desde el inconsciente transgeneracional. Paradójicamente se abre una esperanza en paralelo al cierre de los ciclos, justo cuando se consigue honrar a los muertos rescatándolos del olvido, se gesta nueva vida y con ello la posibilidad de que Janis consiga romper la “condena-cadena” de las madres solteras.
Almodóvar es fiel a su estilo, lo suyo lo suyo es el melodrama y desde este lugar muestra la madurez que tiene para contar las historias personales y se aventura a proponer “una mirada política” como lo ha descrito en muchas entrevistas y como lo dice en la misma cinta mediante un diálogo entre Ana y Janis: “Ya va siendo tiempo de que te enteres de lo que sucede en tu país.” Y ese discurso es una indirecta muy directa a sus compatriotas, en particular a las generaciones más jóvenes.
En este abanico temático el director es consciente que la mirada que hace la memoria histórica no es la más profunda, sino la más personal esa que se cuenta desde el deseo de la particularidad de un personaje que sirve de muestra para entender a una sociedad que ha intentado enterrar su historia, como él mismo lo explicó en una entrevista para el periódico La Razón:
“(…) Todavía no entiendo como parte de la sociedad española, y sobre todo los partidos de derechas, que se oponen de una forma tan radical a una cuestión que es meramente humana. Creo que el tema de la memoria histórica se puede tratar de una forma mucho más extrema de lo que yo lo he hecho. A mí me interesaban esas personas que no están buscando revancha ni un ajuste de cuentas, sino tener un lugar donde tener los huesos de sus muertos y poder llevarles flores. Un lugar digno, vamos.” (Sánchez, 2021)
El ritmo del desarrollo del descubrimiento de los cuerpos pareciera quedarse olvidado durante una buena parte del metraje de la película, pero no es así, avanza con la misma lentitud con la que Arturo le cuenta a Janis que sucederán las cosas, “pueden tomar años” a lo que ella responda que esperarán el tiempo que sea necesario. Y justo en ese inter, en esos años en los que hay que esperar a que la burocracia camine de acuerdo a la ley de memoria histórica y a las subvenciones de presupuesto, sucede la vida.
Es en ese inter en el que Almodóvar retoma el eje central de la historia, las protagonistas son Janis y Ana, las posiciona en líneas paralelas para mostrar desde esas similitudes que no se tocan pero que tampoco les permiten alejarse, un juego de opuestos que se complementa entre lo femenino y lo masculino, la libertad y la emancipación, la relación lésbica entendida como una necesidad mutua de maternaje y el eterno enfrentamiento entre el deber ser y el deseo.
En un segundo nivel está Teresa, quien prioriza su carrera como actriz frente al cuidado de Ana: “no tenía vocación ni de madre ni de esposa” y le delega legalmente esta tarea al esposo. Su decisión fue la herencia que le dejó a su hija; “vivir mi vida y ser libre, es la única lección que he aprendido de mi madre,” le dice Ana a Janis. Y desde ese lugar Ana madura tras el nacimiento de su hija y después, su ausencia la obliga a resignificarse, a crecer y cerrar un doloroso capítulo de su vida mismo que simbólicamente marca cortándose el pelo y tomando un look menos aniñado y hasta un cierto punto varonil.
Frente al abandono de sus padres Ana busca refugiarse en Janis, quien de manera inconsciente “repara el daño” del secreto que ha guardado adoptándola y cediendo, casi de manera instintiva, a un deseo erótico que se despierta naturalmente desde una necesidad más afectiva que sexual. Ana besa a Janis en una escena que bien pudiera recordar el proceso de lactancia, necesita alimentarse de esa mujer fuerte y sensible que a la vez ha sabido protegerla. Janis la recibe y la contiene, como lo haría una madre con la demanda de su bebé.
La pasión está pintada de negro, pocas veces el director manchego utiliza este tono en sus cintas, en esta ocasión las pinceladas obscuras las hace con esmero, para señalar los momentos de pérdidas y el proceso de duelo que van viviendo los personajes, dicha obscuridad contrasta con el rojo, el amarillo, el verde, el azul y el turquesa que visten a los protagonistas y a su entorno.
Sí, Madres paralelas abre muchas puertas, invita a diversas lecturas, hace propuestas para que el espectador concluya el viaje desde su propia introspección. No se trata de una cinta disruptiva, por el contrario, la intensidad de su contenido está en lo que no se dice, en lo que es necesario reconstruir de la historia de cada personaje, de ahí que la profundidad del vínculo con la obra lo decide el espectador al dejarse meter en las capas que Almodóvar propone, justo como lo hace con la secuencia final. Es él quien decide quedarse con la imagen de los 10 esqueletos o con la historia individual que se materializa junto con los cuerpos que yacen en la tumba.
Madres paralelas (España, 2021)
Dirige: Pedro Almodóvar
Guión: Pedro Almodóvar
Producción: Remotamente Films, El Deseo, TVE
Fotografía: José Luis Alcaine
Música: Alberto Iglesias
Reparto: Penélope Cruz, Milena Smit, Israel Elejalde, Aitana Sánchez-Gijón, Rossy de Palma, Julieta Serrano, Adelfa Calvo, Ainhoa Santamaría, Daniela Santiago, Julio Manrique, Inma Ochoa, Trinidad Iglesias, Carmen Flores, Arantxa Aranguren, José Javier Domínguez, Chema Adeva, Ana Peleteiro
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