Alerta de spoilers.
¿Qué es la chispa de la vida? ¿Dónde la encontramos? Eso es lo que Joe Gardner, un apasionado maestro del jazz, intentará enseñarle a la pequeña 22, un alma “en proceso de construcción”. La aventura da inicio justo cuando Gardner recibe la oportunidad que esperó toda su vida, solo que la excitante noticia lo hace distraerse y sufrir un trágico accidente que lo envía directamente a “El Gran Después”.
Producida por Disney Pixar, la historia se robó el corazón de los cinéfilos y es tema de análisis desde distintas perspectivas por la reflexión que hace entorno al binomio vida-muerte, por la fecha de estreno, 25 de diciembre, y por surgir como una bocanada de aire fresco e inspirador en medio de la pandemia.
La cinta, que se postula como la favorita para el Oscar por el guion, la propuesta técnica y por incluir como protagonistas por primera vez en una cinta animada a la comunidad afroamericana, se ha convertido en un referente obligado que no podía escaparse del psicoanálisis.
En la premisa inicial el realizador, Pete Docter, ganador del Oscar por Intensamente (2015) y Up (2009), pone al protagonista como víctima de una mini serie de encuentros desafortunados que nos remiten al fenómeno descrito por Freud en Los que fracasan cuando triunfan (1916), escrito en el cual el psicoanalista subraya los “boicots” que se provocan ciertas personas debido a un conflicto interior que les impide disfrutar el éxito.
Gardner “muere” el día que tiene “su gran oportunidad” pero es justo a partir de ese momento que consigue resignificar su vida. Paradójicamente, la posibilidad de morir le da el coraje para vivir. Sí, aún hay una posibilidad remota pero probable de regresar, solo que primero hay que huir de “El Gran Después”, ese lugar donde llegan quienes han concluido su tiempo en La Tierra y esperan pacientemente para transformarse en luz.
Escapando contra corriente, Joe llega a “El Gran Antes”, espacio en el que se preparan las almas nuevas para ganarse su pase a La Tierra. Lo recibe Jerry, un extraño personaje creado por “los campos cuánticos del universo” cuya figura, apenas silueteada, recuerda los trazos de Picasso y su rostro bipolar este juego entre la razón y la locura, lo real y lo proyectado. ¿Su trabajo? designar a Los Mentores que acompañarán a las almas. No es el único, hay cinco Jerrys, con cuerpos delineados capaces de transformarse prácticamente en lo que sea gracias a la animación hecha en 2D para recrear objetos en 3D.
En “El Gran Antes”, las almas reciben su personalidad y son enviadas al pabellón que les corresponde como el de los nerviosos o los distraídos. Posteriormente se van haciendo más genuinos, como el tímido irritable peligrosamente curioso, el escéptico cauteloso extravagante o el megalómano manipulador con pensamiento oportunista. 22 es un alma reacia que, durante años, ha estado en el Seminario del Yo, bajo la enseñanza de personalidades como Aristóteles, Gandhi, Lincoln, la Madre Teresa de Calcuta, María Antonieta o Mohamed Alí, quienes han intentado, en vano, ayudarle a encontrar cuál es su chispa.
Docter hace una diferenciación pertinente, no se trata de encontrar ni su pasión, ni su inspiración, ni su propósito, sino la chispa…esa que te mueve y te motiva, pero ¿cómo pueden encontrarla? Para eso están Los Mentores quienes los conducen al Salón del Yo donde pueden inspirar a sus pupilos con su propia vida o al del Todo, para experimentar prácticamente, como su nombre lo dice, con todo lo existente hasta encontrar aquello con lo que se conectan.
22 está aterrada de ir a La Tierra, “tal vez no sea buena para vivir”, le confiesa tímidamente a Joe mientras éste la lleva a la Sala del Yo donde aprecian una “exposición de su vida”. Ahí, se amontonan los recuerdos de los momentos en que fue rechazado como músico y se mezclan con aquellos en los que inexpresivamente transitaba por la vida de forma rutinaria. Joe no se reconoce ¿eso fue su vida? 22 observa la sucesión de imágenes y cuestiona sin reparos “¿por qué si fue tan triste y patética te empeñas en regresar?”
Y es justo aquí donde Docter toma al espectador de la mano y lo invita a una introspección para conectarlo con su propia existencia ¿hemos vivido o sobrevivido? ¿conocemos la diferencia? En el recuento de los años Joe llega a su infancia, recuerda la primera vez que fue a un concierto de Jazz y la forma como las notas hipnotizaron sus sentidos, la alegría de su padre compartiendo la música con él, los sueños infantiles que se fueron desvaneciendo conforme creció.
Como suele suceder, el alumno supera al maestro. El alma nueva termina enseñando a Joe, gracias a que consigue, literalmente, meterse en el cuerpo de él en una cómica transmutación, que permite a Joe, ahora atrapado en el cuerpo del gato Mittens, verse y reconocerse por primera vez.
Mientras tanto 22 descubre que uno de los grandes regalos de vida es la capacidad de sentir, en “El Gran Antes” los sentidos están desactivados, ahora cada olor, cada sabor, cada sensación la construye ¿cómo podría el cuerpo aprender de una experiencia que es incapaz de percibir, de pensar e incorporar?
Desde su perspectiva gatuna, Joe descubre su indiferencia, aquella que le impidió interesarse incluso en interactuar con su fiel amigo, el barbero Dez, de igual forma contacta con su capacidad de inspirar a otros cuando su alumno Curley le dice que su clase fue la única razón por la cuál iba a la escuela.
Pero, ¿por qué si siempre tuvo claro su pasión por la música jamás alcanzó su sueño? Aquí vuelve a resonar el texto de Freud quien afirmaba que el conflicto de los que fracasan cuando triunfan estaba íntimamente ligado al complejo de Edipo. Justo esa es la historia de Joe y sale a la luz en la secuencia catártica de la cinta, cuando el músico necesita la ayuda de su madre para que le “repare” el traje-fachada con el que debe presentarse en el salón de la “Media nota”.
Libba se muestra renuente a que Joe sea músico profesional: “Ese trabajito, ¿tiene una pensión?”, le cuestiona irónicamente a su hijo cuando este le cuenta, emocionado, que va a tocar con la banda de Dorothea Williams. Su madre le confiesa, “no quiero que luches tanto en la vida como tu papá, él contaba conmigo, yo pagué muchas de sus facturas, pero un día ya no estaré aquí”.
Joe logra confrontarla y le explica que la música es lo que lo hace feliz, “es en lo único que pienso desde que me levanto hasta que me duermo, si muriera hoy, mi vida no habría significado nada sin ella”. Libba entiende la pasión de su hijo, lo abraza y le da un gran regalo, saca “el traje de papá”, por fin Joe tiene permiso de ocupar ese lugar, y con esa “fina” investidura, como la describe su madre, le permite seguir a su progenitor.
Pero la historia no termina aquí, como bien decía Freud el deseo es insaciable y, en el caso de Joe, una vez que domina el escenario parece que la magia se desvanece ¿otra vez no lo merece? Pareciera que no. Dorothea le cuenta la historia del pez que sueña con estar en el océano y, cuando finalmente está ahí, lo deprecia.
Joe llega a casa y encuentra los objetos significativos que 22 atesoró durante su estancia en La Tierra, renuncia de nueva cuenta al éxito y se lanza a concluir el entrenamiento de esa alma quien, para este entonces, se encuentra encerrada “en una caja” donde se refugia de sí misma. Ahí aparecen los discursos que la han acompañada y torturado por siempre: “no sirves, eres una buena para nada, tomas malas decisiones, arruinas todo”. Entre ellos hay dos dictámenes terribles, el de Copérnico: “recuerda que el mundo no gira a tu alrededor” y nada más ni nada menos que el del mismísimo Jung: “mi mente inconsciente te odia”.
22 está perdida, paralizada por sus ansiedades, aterrada de ser incapaz de cubrir las expectativas que los demás han puesto en ella. Como bien lo dice el místico Moonwind, encargado de rescatar a las almas perdidas en El Plano Astral: “las almas se extravían porque quien se obsesiona, se desconecta de la vida”. Él lo entiende perfectamente porque durante su existencia terrenal se quedó atrapado en los videojuegos.
Lo único que necesita 22 es que alguien confíe en ella. La historia se repite. Cuando Joe-papá reconoce y valida la capacidad de 22-hija de disfrutar la vida, ella puede empezar a creer en sí misma, se da la oportunidad de regresar a La Tierra, pero necesita que él la acompañe. Cuando está lista es ella quien decide soltarse de la mano del padre y lanzarse a vivir.
Joe reafirma su vocación inspiradora. Los Jerrys-consejeros premian su labor porque ellos, los encargados del lugar de la inspiración, comúnmente no están inspirados, y deciden otorgarle una segunda oportunidad ¿qué hará con ella?
Con este guiño Docter cuestiona a quienes ostentan tener “la verdad” ¿Podría hacerse una analogía con el trabajo psicoanalítico?, Quizá nos recuerda que es el paciente quien encuentra, en su insight, su chispa, y desde ahí pone en perspectiva sus conflictos existenciales para conectarse con la vida. ¿Seremos capaces los analistas de acercarlos para que detonen su chispa?
Soul (EUA, 2019)
Director: Pete Docter
Guion: Pete Docter, Kemp Powers
Voces: Jamie Foxx (Joe Gardner), Tina Fey (22), Angela Bassett (Dorothea Williams) Graham Norton (Moonwind), Phylicia Rashad (Libba).
Trailer: https://www.youtube.com/watch?v=3QIdlo4uIVg
Bibliografía: